"Déjalo llorar", "Se va a malacostumbrar a los brazos", "Te está manipulando". ¿Cuántas más de éstas te han dicho desde que eres mamá?
En este post te ayudamos a entender qué es –y qué no es– la famosa crianza con apego.
Desde que anunciamos que estamos embarazadas nos volvemos el blanco perfecto de los comentarios de las amigas, tías, suegras y mamás que nos rodean. Aunque bienintencionados, muchos de estos comentarios son sugerencias –a veces, imposiciones– que pretenden resolver los grandes enigmas de la crianza y la maternidad. Si bien muchas mamás antes que nosotras han pasado por los mismos problemas, las maneras de resolverlos han cambiado mucho de las últimas generaciones a la actualidad.
Uno de los cambios más grandes, en materia de crianza, es el que introdujo la popularización del concepto de "apego" ("attachment parenting" en inglés).
¿Qué es la crianza con apego?
Según la propuesta del pediatra norteamericano William Sears, la crianza con apego pone en el centro la empatía y respuesta emocional de los padres hacia los hijos. Pero no sólo se trata de estar al pendiente de sus emociones, sino también de facilitarles el contacto físico y la proximidad para transmitirles la seguridad que necesitan para prosperar con equilibrio.
Empatía y contacto físico, ¿y ya la hice como mamá?
Se dice fácil. Pero cuando tu hija de 2 años no deja de llorar porque quiere el plato amarillo, y luego lo avienta en el momento en que se lo pones en la mesa, es difícil mostrar empatía. Y es que la empatía requiere comprensión, y en la mente racional de un adulto sobrecargado –cansado, quemado por el trabajo, la gestión del hogar y los demás hijos– no es fácil comprender el estado emocional de una criatura querida, pero irracional.
Ya vi que no es fácil pero, ¿por dónde empiezo?
El primer vínculo que formas con tu bebé sienta las bases para esa sintonía que será tan necesaria en los momentos más retadores de la crianza y la educación. Según Gordon Neufeld, especialista en crianza con apego, durante el primer año de vida del bebé, la base de la relación entre padres e hijos se forma a través del apego físico. Un bebé se vincula a su madre mediante el tacto, la vista y el olfato; por estar cerca de ella. Esto se puede lograr gracias al porteo, haciendo colecho, compartiendo el cuarto con tu bebé o, simplemente, cargándolo mucho.
Y ¿cómo pasamos del contacto físico al comportamiento? ¿Cómo le hacemos cuando nos avientan el mentado plato amarillo?
Pues bien, según Neufeld, cuando los padres escuchan y responden a las necesidades de sus bebés –que en los primeros dos años de vida éstas derivan principalmente de la proximidad física–, los niños aprenden a estar al pendiente de las necesidades de sus padres también. En palabras del especialista "Al tercer año de vida, las criaturas empiezan a preocuparse por pertenecer, y ahí es cuando los instintos de obediencia se disparan". Lo que esto quiere decir es que, si nuestros hijos e hijas tienen un apego seguro con nosotros en sus primeros años de vida, la educación y la redirección del comportamiento será mucho más fácil conforme vayan creciendo.
Entonces ¿tengo que tener a mi bebé cerca todo el tiempo desde que nace?
Ahí es en donde creemos que es importante matizar. Ya que las exigencias de la maternidad ya son, de por sí, inalcanzables. Es difícil tener toda la proximidad física que se supone que nuestras criaturas necesitan si también trabajamos, estamos cansadas, tenemos –y necesitamos– mantener algún grado de vida social, etc. A veces, los extremos se tocan; y un modelo de crianza que pretende crear armonía puede resultar opresivo.
Pero bueno, y ¿cómo podemos crear ese equilibrio?
A nuestro parecer, sacrificar el bienestar de la mamá completamente para facilitar apego a las criaturas puede resultar contraproducente. Por eso creemos que los límites los ponemos nosotras. ¿Necesitas dormir para ser una persona funcional y, por lo tanto, no crees que puedas amamantar 4 veces en la noche durante dos años? Perfecto. ¿Te encanta cargar a tu bebé, pero tu cuñada se ofreció a arrullarlo para que tú puedas irte a una clase de yoga? Planazo. ¿Sabes que la mejor cuidadora de tu bebé eres tú, pero necesitas que alguien lo haga mientras vas a trabajar? No eres la única.
La clave es tener momentos de calidad. Recuerda que "mamá feliz, bebé feliz" es uno de los mantras que nuestras abuelas hicieron bien en pasarnos. Por eso te recomendamos buscar momentos de apego con tu bebé en los que, además, puedas hacer algo por ti. Tomarte un té, leer un libro en el parque, pasear escuchando un podcast.
Amárrate a tu criatura, y confía en tu instinto de mamá. Seguramente lo estás haciendo genial.